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Terrores nocturnos: qué son y cómo afrontarlos

Terrores nocturnos, afectan a niños y bebés, qué son y cómo afrontarlos

Los terrores nocturnos son muy comunes en los niños, afectando a casi el 40% y se presentan más en los varones. Un terror nocturno es más dramático que una pesadilla y es importante saber qué son los terrores nocturnos y cuándo debemos pedir ayuda médica. En la mayoría de los casos en bebés o niños desaparecen en la adolescencia, y los casos de terrores nocturnos en adultos están relacionados con problemas emocionales. Os contamos qué son los terrores nocturnos y cómo afrontarlos.

Terrores nocturnos: más que una pesadilla

Se trata de interrupciones del sueño parecidos a una pesadilla pero más dramáticos y que se desembocan en miedo real agitación o gritos. Forman parte de lo que científicamente se conocen como parasomnias, es decir, una experiencia no deseada durante el sueño.

La mayoría de personas superan los terrores nocturnos antes de la adolescencia, siendo más comunes en los bebés y niños, aunque también hay casos de terrores nocturnos en adolescentes e incluso en adultos. Los episodios de terror nocturno pueden durar desde varios segundos hasta varios minutos aunque en ocasiones pueden extenderse durante más tiempo.

La diferencia entre un terror nocturno y una pesadilla es que si bien el miedo suele calmarse con la pesadilla los terrores nocturnos son mucho más dramáticos y es muy difícil calmar al niño aún después de haberse despertado. Aunque no son graves, en ocasiones pueden requerir tratamiento si se prolongan en el tiempo y causan problemas para dormir.

Parece ser que los niños y niñas que padecen terrores nocturnos suelen tener padres madres o familiares que también los padecieron o son sonámbulos, una alteración parecida.

En la mayoría de los casos no requieren ningún tipo de actuación, sobre todo si son esporádicos y no afectan a la calidad del sueño. Sin embargo, si aparecen con demasiada frecuencia, interrumpen el sueño de forma habitual suben de intensidad afectan la dinámica de la familia durante las noches provocan problemas de seguridad o somnolencia excesiva. En estos casos es recomendable acudir al pediatra o a la unidad del sueño de nuestro hospital de referencia.

Terrores nocturnos en bebés y niños
Terrores nocturnos en bebés y niños

La edad más habitual en la que aparecen los terrores nocturnos es sobre los 3-4 años, aunque en muchos casos suceden a los 5-6 años. Los casos en niños menores de dos años son raros, así como en mayores de 11 años. De cualquier forma, la señal de alarma es la frecuencia e intensidad, y sobre todo, si afectan a la calidad del sueño. Si son esporádicos no hay por qué preocuparse demasiado.

Aquí tienes unas interesantes hojas informativas para padres sobre trastornos del sueño de la sociedad española de neurología pediátrica. El síndrome de piernas inquietas, el sonambulismo, y el insomnio infantil entre otros, sin duda una información muy útil.

Signos o síntomas:

Los terrores nocturnos comienzan unas 2 o 3 horas después de que se hayan dormido, que es cuando el sueño pasa de la fase más profunda a la fase más superficial (MRO). Estos son los síntomas que pueden indicar que estamos ante un terror nocturno:

– Se sienta en la cama repentinamente.

– Grita angustiado

– Es muy difícil de consolar

-Respira aceleradamente el pulso acelerado la cara ruborizada y las pupilas dilatadas.

– Patalea

– Se muestra confundido.

– Es probable que al día siguiente no recuerde lo que pasó la noche anterior o tenga vagos recuerdos. A diferencia de las pesadillas, que suelen recordarse. Los niños no lo recuerdan porque suele producirse en un sueño muy profundo y no deja imágenes mentales.

terrores nocturnos en niños, como afrontarlos
terrores nocturnos en niños, como afrontarlos

Causas

Se piensa que los terrores nocturnos se producen a causa de una sobreexcitación del sistema nervioso central durante el sueño. Esta sobreexcitación parece que tiene cierto factor de predisposición genética, aunque alteraciones en los horarios de descanso, el estrés o la privación el sueño o incluso la fiebre también pueden desencadenarlos. Estas son algunas de las causas de los terrores nocturnos:

  • Patrones anormales de respiración durante el sueño.
  • Síndrome de piernas inquietas.
  • Algunos medicamentos.
  • Trastornos del estado de ánimo.
  • Consumo de algunas substancias como cafeína.

 Cómo superar los terrores nocturnos

Los terrores nocturnos en sí mismos son parte del neurodesarrollo del pequeño y suelen desaparecer cuando el sistema nervioso madura, por lo que en principio no deberíamos darles mucha importancia. En la mayor parte de las ocasiones desaparecen como han llegado sin que nos demos cuenta. No obstante, en algunos casos hay que recurrir a ayuda médica, sobre todo cuando afectan al sueño y el descanso del niño por su intensidad y/o frecuencia.

Aquí tienes algunos consejos sobre cómo debemos actuar ante un episodio.

  • Es mejor no despertarles, de hecho resulta muy difícil. Si lo hacemos debemos acercarnos con suavidad intentando evitar razonar en ese momento y centrándonos en su seguridad. Si en alguna ocasión les despertamos o lo hacen ellos mismos les notaremos confusos, es completamente normal.
  • Es imprescindible mantener la calma, si no nuestra angustia y nerviosismo puede generar aún más alteración en los niños y empeorar la situación.
  • Lo que aconsejan los expertos es no intervenir, acompañar y cuando haya terminado el episodio acostarles, darles un beso de buenas noches y esperar a que se duerman de nuevo. Suelen calmarse y volver a dormir solos en unos minutos.

Y algunos consejos más para prevenir la aparición de los terrores:

  • reducir el estrés, si bien no se sabe hasta qué punto está bastante claro que las situaciones de estrés pueden desencadenar estos terrores.
  • evita privaciones del sueño, estos patrones desordenados de descaso influyen negativamente en niños con tendencia a tener terrores nocturnos.
  • evitar situaciones activadoras antes de acostarse, como videojuegos, ejercicio físico o bebidas
    estimulantes
  • Mantén unos horarios de descanso lo más regulares posible. Un niño demasiado cansado es más propenso a sufrir un episodio.

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